domingo, 7 de junio de 2009

El miedo a salir del closet

¿Alguna vez se ha preguntado usted a cuántas personas en todo el mundo se les está pasando por la cabeza, en este preciso momento, la idea de ser homosexuales? La mayoría de ellos tal vez sean adolescentes y aún no logran aceptar su condición. Quizás por miedo al rechazo familiar, al rechazo de los amigos, quienes al enterarse, en sus caras incrédulas se refleja un intenso sentimiento de repudio. Pero, ¿Por qué? ¿Por qué siempre la primera impresión de ellos es mirar con asco al que alguna vez fue su hijo del cual estaba orgulloso o su mejor amigo incondicional? Esta es la realidad. La realidad con la que cada día se deben enfrentar muchos jóvenes que aún no han salido del clóset.

El problema de los homosexuales radica en la intolerancia social a la cual se enfrentan, pues son ellos quienes a diario son rechazados por su condición, impidiéndoles vivir como tal cual son, pues todo el tiempo les insultan directa o indirectamente por su forma de vestir, sus gestos o comportamientos que, en esta sociedad, todavía no son aceptados.

Es por tales motivos que muchos jóvenes deben vivir con un secreto a cuestas que por muy polémico que sea, es una realidad y como tal, debe ser plasmada en la sociedad, para que de esta manera se eviten los rechazos injustos y discriminaciones que a diario acaban con la autoestima de muchas personas.

Ella es Rebeca, una mujer de estatura media y rizos dorados que desde hace 5 años dejaron de crecerle. Con apenas 18 años, Rebeca salió del closet hace apenas unos meses, lo cual como suele suceder en otros casos como el de ella, fue un suceso dramático y escandaloso.

Las primeras señales que sin pensarlo tuvo Rebeca frente a su homosexualidad fue cuando aún estaba en el colegio. Cursaba grado undécimo y fue Valeria, su mejor amiga y compañera de clases la que al principio le inspiraba un amor incondicional, que obviamente era sólo una amistad.

Indiscutiblemente, Rebeca sabía que era una locura, tal vez sólo ideas locas que se les pasa por la cabeza a las chicas cuando escuchan el tema “I kissed a girl” de Katy Perry, canción donde una joven besa a otra chica y le queda gustando. Por lo cual, después de un tiempo simplemente lo olvidó y continuó observando a los hombres, reparando cual de todos le gustaba más y porqué motivos. De esta forma, se olvidó de sus deseos ocultos que, reprimidos, admiraban silenciosamente a las mujeres, sus facciones, sus aromas, sus movimientos seductores y su delicada voz.

Pasados unos meses y sin previo aviso, Rebeca conoció a Sara. Una chica tres años menor que ella, cuya personalidad y sonrisa despertaron en ella los antes sentimientos reprimidos que yacían en lo más hondo de su pensamiento.

Apenas conociéndose y charlando de vez en cuando por msn con ella, Rebeca empezó a sentir una serie de sensaciones que la transportaban a un lugar tranquilo y sereno. Sabía que lo que empezaba a sentir por ella no era una simple amistad, aquello era amor y no esa clase de amor pasajero que se desvanece con el viento. No, aquello era ese amor profundo y denso del cual no se iba a poder despegar nunca.

Después de hablar con ella, de unas cuantas salidas y llamadas, Rebeca se enteró de que Sara era homosexual. Con la mirada perdida y el shock que dura aproximadamente 10 segundos, Rebeca entendió que este era el momento de salir del closet, de soltar el secreto más íntimo de su ser, el que sólo compartía con la almohada. Era el momento de aceptar la realidad, y aceptarse y reconocerse a sí misma.

Oprimió el botón on del teléfono y poco a poco, sus amigos más allegados se fueron enterando del nuevo hecho. Tenía muchas cosas que explicarles, entre ellas el que su relación con Sara ya estuviera tan avanzada, pues eran novias y habían tenido un par de encuentros amorosos, sin pasar a nada carnal. Tenía que explicar su extraña actitud desde hacía unos días, actitud de ausencia y deserción ante los demás. Y el paso más difícil, explicarle a su madre, con quien ha vivido toda su vida.

Sin mente y tomando una larga respiración que daba la impresión de ser la última, Rebeca se acercó a su mamá.

Su cuarto olía a una especie de esencia combinada entre cigarrillo y café, donde rápidamente divisó el cenicero y el cuerpo de su madre, recostado en la cabecera de la cama, cambiando de canal con su mano derecha. Con la piel completamente blanca debido al pavor, soltó una a una las siguientes palabras: “Mamá, soy bisexual”.

Como era de esperarse, Doña Rita contrajo su rostro tan severa y bruscamente hacia un lado que por poco se va de cirugía reconstructiva. De sus labios no salía palabra alguna. El silencio prolongó la tensión en medio de las dos mujeres que se debatían entre la verdad y el asombro. Unos minutos más tarde, y Rita había decidido aceptar las cosas, pues al fin y al cabo, Rebeca era su hija y era lo único que tenía en la vida. Por su parte, Rebeca comprendió lo que su madre pensaba y le dio tiempo para recuperar su estado de ánimo.

Esta es tal vez una de esas formas en que los adolescentes salen del closet, algunos no corren con la misma suerte que corrió Rebeca, pues son expulsados de la casa como si fueran perros infectados con rabia. En casos muy extremos, la familia pierde contacto total con el personaje y simplemente lo borran de la lista de invitados en navidad, en épocas de fiestas y hasta en los cumpleaños. Pero, ellos sólo piensan, “si me tengo a mí mismo, me acepto a mí mismo, no necesito nada más”

Ciegamente, los homosexuales han contrarrestado la situación con cientos de marchas mundiales, huelgas para que se les sea permitido el matrimonio y hasta la posible adopción de un niño huérfano, solamente con la intención de vivir una vida normal y amar incondicionalmente como si fueran parejas comunes y corrientes.

Por otro lado, Sara después de casi 5 meses de relación y cansada de la rutina, decidió romper con Rebeca quien estuvo devastada por un largo tiempo, sufriendo de un desamor que alguna vez construyó con tanto esfuerzo.

Repuesta, continua saliendo con sus amigos como de costumbre, le encantan los bares gays y disfruta mucho más de su vida solitaria antes que en pareja, pues aprendió después de ese duro golpe del destino, a quererse y valorarse más. Por ahora, no se ha fijado en alguna persona en especial, si es hombre o es mujer, a Rebeca eso no le afecta, aunque con esa mirada pícara y haciendo ademanes de niña tierna, se concluye que sigue en la espera de una mujer madura con la cual complementarse y vivir nuevas aventuras, secretos que ya de éste closet conyugal no podrán salir jamás.

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